El mercado audiovisual hizo su magia nuevamente: una historia (la del pingüino empetrolado que aparece en las costas brasileñas y es rescatado y devuelto por un hombre que recibe su visita durante ocho años) es el punto de partida de la coproducción estadounidense, brasileña y argentina que acaba de estrenarse en Estados Unidos y hará lo propio en Argentina el 12 de septiembre.
Inicialmente, la película se iba a realizar en las Islas Canarias por sus incentivos fiscales. Sin embargo, se canceló porque no tenían la misma raza de pingüinos que en la historia real. Fue en ese momento en que decidieron filmarla en los escenarios reales de Brasil y la Patagonia argentina. Fue el productor de Hollywood argentino estadounidense Nicolás Veinberg quien rastreó a Frontera +, timoneada por el mendocino Ramiro Navarro, para que fueran la pata argentina. Licitaron el proyecto junto a otras productoras, y ganaron.
Navarro charló con Mercado Audiovisual sobre lo que implicó coproducir «Mi amigo el pingüino», película dirigida por David Schurmann, pero la cosa no quedó ahí. Ese fue apenas el punto de partida de este reportaje.
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Ramiro Navarro (RN): Todo comenzó así. La productora estadonunidese City Hill Arts decide producir una película de Hollywood con la historia del pingüino y el hombre que lo rescata. Nosotros entramos por todo lo que fue el proceso del rodaje en Argentina, porque la película se filmó en Brasil en sus escenarios naturales y en Argentina en nuestra Patagonia. Fuimos coproductores, pero no fue una idea nuestra. De Argentina, también estuvieron Nicolás Francella, Rocío Hernández y Alexia Moyano.
«La inversión en Puerto Pirámides fue enorme. De manera directa e indirecta, se emplearon alrededor de 500 personas».
No solo el elenco es de lujo, con Jean Reno a la cabeza, sino que en Estados Unidos «Mi amigo el pingüino» se acaba de estrenar en 1500 salas. La distribución en más de 50 países quedó a cargo de Universal.
¿Qué desafíos se enfrentan a la hora de coproducir desde Argentina un contenido de esta magnitud?
RN: Hoy estamos viviendo una situación extremadamente dura porque, por ejemplo, el modelo de negocios de las plataformas no funcionó como ellos lo lanzaron. Puntualmente, en lo que respecta al tema de los originales. Si en el mundo, hoy es muy complicado producir, Argentina es un capítulo aparte, no solo por su economía sino también ahora por la falta de un instituto de cine. Ahora bien, uno se tiene que adaptar, y en ese proceso vas encontrando los caminos de cómo producir tus películas. Yo, en particular, hoy estoy apuntando casi toda mi producción al inglés, motivo por el cual estoy tratando de entender cómo funciona el mercado anglo.
No solo el elenco es de lujo, con Jean Reno a la cabeza, sino que en Estados Unidos se acaba de estrenar en 1500 salas. A su vez, la distribución en más de 50 países quedó a cargo de Universal.
¿Cómo lo hacés?
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RN: Hoy, estoy tratando de vincular lo mejor de Latinoamérica con lo mejor de Hollywood. «Mi amigo el pingüino» es eso, porque es una historia brasileña pero a la vez es una historia global. Tiene elenco argentino, francés y mexicano pero es una película de Hollywood. Esa es la fórmula que estoy armando. Eso facilita el negocio, que para mí, hoy, es un negocio puramente de distribución. Antes, vos tenías el original que era un local, donde las plataformas invertían en esa película.
¿Y ahora cómo es?
RN: Actualmente, ya no es así, por eso estoy apuntando a un modelo de negocios donde, a mi juicio, un título se tiene que distribuir en la mayor cantidad de mercados. Entonces, no es lo mismo hacer una película argentina para Argentina, que hacer una película internacional para el mundo. Estoy aprendiendo, y transitando un montón de caminos de licencias, de preventas y de una multiplicidad de otros factores que permiten hacer la película. El presupuesto es cuatro veces mayor que el de una película argentina, pero tu potencial de distribución y de venta es directamente proporcional.
Yendo a los efectos, ¿cuántos empleos generó de manera directa e indirecta la película cuando se rodó en la Patagonia?
RN: Toda película tiene un factor de multiplicación o, si se quiere, un efecto derrame que se suele multiplicar por siete. Hay un informe del BID y de Netflix al respecto. En una película industrial la cantidad de subindustrias que tocás es inmensa. Por ejemplo, en «Mi amigo el pingüino» tenías la contratación de los equipos técnicos más todos los recursos que uno usa y eso deriva en subrecursos, que va desde el alquiler de camionetas hasta alimentos y el hecho de tener que montar pueblos en lugares inhóspitos donde no había ni electricidad. La inversión en Puerto Pirámides fue enorme. De manera directa e indirecta, se emplearon alrededor de 500 personas.
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«Si en el mundo, hoy es muy complicado producir, Argentina es un capítulo aparte, no solo por su economía sino también ahora por la falta de un instituto de cine. Ahora bien, uno se tiene que adaptar, y en ese proceso vas encontrando los caminos de cómo producir tus películas. Yo, en particular, hoy estoy apuntando casi toda mi producción al inglés, motivo por el cual estoy tratando de entender cómo funciona el mercado anglo».
¿El único criterio para medir una película es el éxito en la taquilla?
RN: Es una mirada rara. Yo soy extremadamente industrial, sin embargo entiendo que la construcción de la identidad, de la mirada sobre una sociedad de un director no tiene porque estar únicamente mediada por el negocio. Ahora bien, para mí se trata de la intersección entre la cultura o, más bien, el arte y el negocio. Siempre hay que tratar de encontrar un equilibrio entre estos dos factores. Muchas veces, para la construcción de sus artistas, por caso, son necesarias algunas películas que no tengan por qué funcionar en el cine que es básicamente una de las ventanas que tenemos como productores para que esa historia sea vista. Tranquilamente, esa obra puede tener otra distribución. Me parece que es una lectura un poco limitada.
Mencionabas la crisis de las plataformas, ¿cómo es el panorama?
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RN: Para mí es una incógnita cómo todos sus departamentos de análisis y marketing no la vieron venir. Lo cierto es que a la piña se la comieron todos. Demostraron que no hay ningún genio detrás de esto. Si no, no estarían pasando la crisis que están atravesando, plataformas enteras no estarían en venta, no estarían despidiendo gente, no estarían cerrando oficinas, etc. Creo que hubo un error en la protección de este modelo, que alguien no calculó. Quisieron dejar a la publicidad afuera desde un primer momento, ahora todos dieron marcha atrás. Estamos viviendo una etapa de prueba y error. El resultado es que el sistema colisionó, porque al final tu masa de suscriptores no daba tanto dinero para las producciones originales que estaban haciendo.
¿Era un error de base?
RN: En realidad, en un punto tenía sentido, porque las producciones originales eran básicamente atraer a los abonados del cable bajo la idea de contenido exclusivo. Esa era la lógica inicial del original. Sin embargo, al centrarse tanto en esa estrategia, perdieron de vista que la publicidad siempre ha sido fundamental. Es la gran caja de todo, porque la transacción entre un producto y una necesidad siempre va a existir a través de la necesidad. El tema fue que cuando vos terminás de crecer o llegás a un límite de suscriptores, porque la expansión es así, entonces tuvieron que comenzar a reveer su modelo de negocios porque, si destinás a producir más de lo que generás, te fundís. Explotó la burbuja, y comenzó a replantearse todo, por es que ahora ves cómo se licencian los productos originales, y ves títulos de Max en Netflix y viceversa. Los originales terminaron siendo un flash en una biblioteca muy grande. Invertían millones en un título que la gente veía una sola vez, y después quedaba perdido en una biblioteca enorme. No tenía razón de ser, porque las películas están hechas para ser distribuidas. La película tiene que ser distribuida a la mayor cantidad de ventanas y territorios posibles para que el valor invertido rinda lo más posible en términos de ganancia.
¿Y ahora?
RN: Ahora, estamos en una nueva era en la que creo que la publicidad va a terminar de acomodarse en un punto y serguramente vengan otras formas de consumo. El aire, el cable, las plataformas y el cine verán cómo se suma el metaverso como otra línea de consumo, y que pienso que en la próxima década es por ahí donde se va a dar aire a las producciones. Se viene otra nueva economía tanto de financiación como de consumo.
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Frontera+ también ha sido productora asociada de “Mensaje en una botella”, que se estrenará en Amazon Prime Video el próximo año, y coproductora de “Papá al rescate”, una película que alcanzó el Top 10 de Netflix a nivel mundial, destacándose en varios países.
¿De qué trata «Mi amigo el pingüino»?
Inspirada en una historia real, la película cuenta cómo un pingüino perdido rescatado de un derrame de petróleo transforma la vida de un pescador desconsolado. Pronto, se convierten en amigos improbables, tan unidos que ni siquiera el vasto océano puede separarlos.
El padre solitario, interpretado por el prestigioso Jean Reno, es un humilde pescador llamado João, que se ha distanciado del mundo tras una tragedia personal. Sin embargo, todo cambia cuando encuentra a un pingüino moribundo empapado de petróleo en las costas brasileñas. Siguiendo su instinto, lo rescata y lo lleva a su casa, a pesar de las preocupaciones de su esposa, interpretada por la nominada al Óscar Adriana Barraza.
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A medida que João cuida del pingüino, comienza a recuperar la alegría de vivir, sin imaginarse lo profundo que sería el lazo entre ambos. Cuando el pingüino desaparece inesperadamente en el vasto océano, João cree que nunca más lo verá. Pero el pingüino, con una determinación inquebrantable y una especie de GPS interno, emprende un increíble viaje para regresar a su nuevo hogar.
Basada en una historia real que conmovió al mundo, y filmada en las costas de Brasil y Argentina, ‘Mi amigo el pingüino’ es un relato que celebra la magia del océano, la belleza de la naturaleza y el poder transformador del amor y la amistad.