De filmar carreras de caballos, casamientos y cumpleaños al Mundial de Qatar. De no tener cómo pagar su primer curso como camarógrafo a recorrer el orbe como integrante de producciones internacionales. Sin saberlo, Raúl Figueroa desarrolló la capacidad de adaptarse como paso previo al siguiente salto al vacío sin red.
Su deseo de crear contenidos audiovisuales cada vez más sofisticados e innovadores, lo llevó, hace casi 15 años, a probar suerte, sin contacto alguno, en Buenos Aires, ciudad a la que llegó desde su Viedma (Río Negro) natal. Hoy, con un sueño que no parece tener techo, se anima, en esta charla con Mercado Audiovisual, a repasar cómo fue el recorrido que atravesó.
ME: ¿Cómo fueron tus primeros pasos en el mundo audiovisual?
Raúl Figueroa (RF): Mis primeros pasos en el mundo audiovisual fueron en Viedma en una productora muy chiquita (“Yoyo Producciones”), después de haber hecho un curso de camarógrafo que había salido 20 pesos, y que me lo pagó un amigo, José Luis Mazzei, porque yo no tenía plata. Los chicos que daban el curso me recomendaron a esa productora, y la verdad que fue una gran experiencia para mí, porque hice de todo: filmaba carreras de caballos, autos, karting, casamientos cumpleaños de 15, etc. Todo esto con cámaras VHS, después pasamos a Minidv y ahí aprendí a editar con el Premier. Sin dudas, ahí exploto más mi cabeza. Había entrado a fondo en la era digital y podíamos hacer de todo editando.
A partir de ese momento, Raúl comenzó a buscar su lugar en el universo audiovisual. Se incorporó a un canal local llamado TV KRAK , y a la par ingresó en el área de Prensa de la Gobernación de Río Negro, donde se convirtió en el camarógrafo del mandatario provincial. Eso le aguzó los sentidos, ya que recorrió la provincia de punta a punta transitando por la diversidad de la geografía rionegrina.
Tal vez sin notarlo, iba creciendo en él su deseo por complejizar las producciones de las cuales formaba parte. En simultáneo, pasó a Supercanal, el más grande de la capital rionegrina. Allí, descubrió su cara más competitiva, cuando comenzó a disfrutar cada vez que tenía una primicia. A la vez, empezó a tomar riesgos para ingresar a los lugares más difíciles a tomar imágenes y conseguir la mejor toma, que le permitiera a la sociedad local observar con la mayor nitidez posible lo que sucedía.
¿Comenzaste a percibir que debías pegar un salto o se dio naturalmente?
RF: En algún punto sabía que ese era el techo de la ciudad: tenía dos trabajos muy buenos, pero no me llenaban profesionalmente. Yo miraba mucho You Tube para ver qué se hacía , o también las cámaras nuevas que salían, etc. Creo que en un momento me di cuenta que me tenia que ir. No porque la ciudad fuera mala, si no porque no me daba lo que yo necesitaba, que era estudiar mi profesión. Yo lo sentía en mi corazón. A esta historia la saben muchas personas, amigos y no amigos. Recuerdo que en esos años mis charlas solo rondaban en el miedo que me daba irme de mi ciudad, de mi zona de confort, a la gran ciudad, cómo me iría, qué pasaría, etc. Siempre pensé que me venía a Buenos Aires a estudiar, y luego volvería a Viedma. En ese momento, no era cinéfilo, nunca lo fui, solo sabía hacer cámara para filmar una entrevista, y sabía encuadrar más o menos bien. Por eso para mí era importante irme a estudiar. Cuando estaba en la facultad, aprendí muchísimas cosas que yo hacía sin darme cuenta, pero a partir de ese momento comprendí porqué las hacía. Entonces, pasó: me empezó a cautivar el cine, y sobre todo los documentales que es lo que más me gusta.
¿Cómo se dio el salto de Viedma a Buenos Aires?
RF: En realidad, tuve dos intentos de venir a estudiar a Buenos Aires. En 2010, con 26 años, yo era empleado de mi provincia en el área de Prensa y Comunicación. Entonces, le pedí a mis jefes si podían enviarme a Buenos Aires, para trabajar en capital en la Casa de Río Negro. Pero fue tan duro el cambio para mí, cuando hablo de cambio es de ciudad, de cosas que uno ve en la gran ciudad y de las cosas a las que no estaba acostumbrado, como la gente durmiendo en la calle, el caos de tránsito, la soledad que uno vive en la ciudad, que es paradójico ya que hay millones de personas que viven acá, pero te sentís solo. Todos mis compañeros de la facultad vivían a una hora y media de capital, entonces no podíamos juntarnos nunca. La realidad es que extrañaba muchísimo, estaba muy deprimido. Me hizo tanto mal eso, que regresé a los 6 meses. Además, mi sueldo no cubría un alquiler, y terminé viviendo de prestado en lo de una amiga. Regresé a Viedma y a los meses me di cuenta que todo seguía igual, que nada cambiaria, que yo tenía que volver a intentar irme a estudiar a Buenos Aires. Así que planeé regresar a Buenos Aires, y pude hacerlo a los 3 años, en febrero de 2014 con 29 años.
Yo miraba mucho You Tube para ver qué se hacía , o también las cámaras nuevas que salían, etc. Creo que en un momento me di cuenta que me tenia que ir
-Ahí comenzó definitivamente este camino, ¿no?
RF: Sí, volví a intentarlo: pedí al Estado que me dejara volver a Buenos Aires, todos mis amigos y familiares me decían que no, que para que volver si ya sabía cómo era, bla bla. Frente a todo eso, renuncié a mi trabajo en el canal local, le dejé mi perro Rocco a mi vieja y me fui a Buenos Aires. Ya mi cabeza era distinta, sabía que mi economía tenía que mejorar, que con el trabajo del estado no me alcanzaría, así que comencé a cursar y buscar contactos en Buenos Aires. Tenia la punta de una productora donde trabajaba una amiga, Lucrecia. La productora se llama LCNPRO, y con ello hice mi primer trabajo como asistente de cámara. Recuerdo que me pidieron que vaya todo de negro, y yo no tenía nada, así que me fui a Constitución ( porque era el lugar más barato y yo no tenía plata) y compré una remera negra, un pantalón negro y unas zapatillas negras. Después de un par de años, me animé a dar un gran salto, luego de analizarlo y con mucho miedo, terminé renunciando al Estado para ser freelance. Renuncié a 12 años de empleado público, planta permanente, con 34 años para cumplir mi sueño.
-De todas tus experiencias, ¿cuáles fueron las que te marcaron y por qué?
RF: En 2017, ingresé como freelance a un canal internacional de deportes donde viajábamos por el mundo a grabar documentales o eventos deportivos. Sin dudas esto me dio la posibilidad de conocer muchísimas personas alrededor del mundo y conocer ciudades, y sus respectivas culturas. Sin dudas, esto era un sueño para mí, poder viajar y trabajar con mi cámara. Así pude conocer casi toda la Argentina y muchísimos países del mundo. Todavía recuerdo el primer viaje que fue a Santiago del Estero, a grabar el Mundial de BMX. Y fue alucinante, ya que recuerdo que el productor Marcelo Lagattina , me llamó y me dijo “¿podes trabajar este fin de semana?”. Y le dije, “sí claro”. “Bueno, me dijo, pasame tu email que te mando los vuelos y los hoteles, te vas a trabajar a Santiago del Estero”. Y yo la mire a mi novia, que estaba al lado mío ese día, y sin dudas mi cara de felicidad debe haber sido enorme, porque mi novia saltaba de alegría.
-¿Cuál de todos los viajes fue el que más recordás?
RF: El viaje que más recuerdo fue cuando conocí Europa. Estábamos con el productor, sentados en el avión en Ezeiza, a minutos de despegar, y recibo el llamado de mi mamá, que no me llamaba muy seguido. La atendí sin querer decirle que estaba en un avión porque ella se pone nerviosa y le da mucho miedo. Y justo la azafata me dice que tenía que colgar, y le digo a mi mamá: “maaa, estoy sentado en un avión por irme a trabajar a Italia”. Recuerdo que mi mamá quedó en silencio, y a los segundos sentí cómo se largó a llorar, y yo de inmediato me largué a llorar, y al productor, que estaba a mi lado y conocía mi historia de vida y de dónde venía, también se le caían las lágrimas. Siempre voy a recordar ese momento. Porque mi vieja es ama de casa, limpiaba casas y cuidaba abuelos para mantenernos a mí y a mis hermanos. Entonces sé que para ella fue duro también, y se sacrificó mucho para poder mantenernos. Recuerdo que en ese viaje se me caían las lagrimas, porque iba recordando, todo el sacrificio que había hecho en mi vida para este momento. El día que dejé mi ciudad, que lloré todo en el colectivo camino a Buenos Aires, también recordaba mis primeros trabajos en Viedma , muerto de frío filmando en invierno una carrera de caballos por 50 pesos por día, la cantidad de casamientos y cumpleaños de 15 que hice, alquilando una cámara de un amigo porque yo no tenía la mía. Y nada, iba volando hacia Italia, hacia Europa. Y todo eso fue gracias a mi esfuerzo y a mi pasión por lo que hago. Por eso siempre estaré agradecido y lo sigo estando a mi profesión. Hoy en día, visité entre trabajo y mis viajes personales, 17 países. Todo esto en los 9 años desde que dejé mi ciudad y llegué a Buenos Aires.